Desde México
Publicado el
lunes, 10 de marzo de 2014 en la sección Imagen del Diario de Yucatán.
Jorge Luis Hidalgo Castellanos
En general, las grandes ciudades en
el mundo tienen más cemento que plantas. Muchos más edificios que jardines y mayor
cantidad de centros comerciales que de parques. A veces porque los gobiernos o
sus diseñadores urbanos no incluyen áreas verdes y muchas otras porque los
habitantes no cuidamos las pocas zonas existentes.
Con los escasos parques viene poca
fauna silvestre porque la doméstica suele abundar. Nada mejor que un parque
para pasear al perro. Pero los animales que viven en las áreas verdes dentro de
las ciudades son pocos, al menos en la ciudad de México. Corrección: en la
mayor parte de la capital. La fauna se reduce a pájaros –sobre todo palomas y
pichones-, insectos, mariposas y muchos roedores, en particular ratones y
ratas. Quiere ver más animales, pues vaya al zoológico.
Lo anterior no es fácil de
comprenderse en ciudades pequeñas donde sus habitantes todavía tienen la dicha
de que la naturaleza –y la menor cantidad de edificaciones- permita que todavía
esté presente una mayor variedad de fauna. Ver volar aves grandes y mariposas,
diferentes insectos u observar caminar a pequeños mamíferos en donde uno vive
es una bendición, sobre todo para los niños, pero en las megaciudades es solamente
una leyenda urbana.
Por ello, cuando se va a uno de
los pocos parques (proporcionalmente a su tamaño) que hay en la mayor ciudad de
América Latina y se descubre que en sus árboles hay varios tipos de pequeñas aves
trinando y además, ¡sorpresa! ardillas trepando en los troncos y ramas de los
pinos, fresnos y jacarandas, no siempre se da crédito. Hay niños y jóvenes en
esta ciudad que solo han visto una ardilla en revistas,
libros o en el zoo.
La afirmación puede sonar
simplista, pero demuestra una realidad en ciudades de gran tamaño y un ejemplo
que no debe ser seguido por las capitales de los estados de la República, que
todavía son manejables, tranquilas y cuentan con lugares en los que la
naturaleza predomina. Los estándares a seguir en estas localidades deben ser
los que las urbes desarrolladas y bien diseñadas tienen. Aquellas ciudades que
exigen a los constructores y desarrolladores inmobiliarios no un mínimo de
áreas verdes sino una proporción ideal a la construida para que exista armonía
arquitectónica y urbana además de bienestar para la población. Estas medidas
aportan bienestar también a la fauna “silvestre de la ciudad”.
En varios continentes tenemos
ejemplos de ello, comenzando por el área geográfica en la que México se
localiza, además de Europa, Asia, Oceanía y África. Los urbanistas conocen bien
las mejores prácticas en la materia y son quienes pueden influir en quienes
toman las decisiones.
Hacer de las buenas prácticas y
políticas en el urbanismo una costumbre coadyuva a que todos vivamos bien y
puede contribuir a contrarrestar fenómenos globales como el calentamiento del
planeta y el cambio climático, temas que atañen a la población de todo el
mundo, la que habita las grandes ciudades y la que está en pequeños pueblos o
villas.
De ahí la importancia de poder ver
ardillas en los parques de la ciudad de México, un lugar en el que hasta hace
una década no ofrecía esa posibilidad en la mayoría de sus jardines y hace todavía
un poco más los pajarillos llegaron a morir por la contaminación ambiental.
Junto a los niños que corren,
patinan y gritan sin preocuparse, en una urbe mal comprendida, también las
ardillas juegan, recorren verticalmente los troncos y buscan bellotas en los
árboles de los parques de la capital, sin que nadie las moleste. Al menos eso
se ve en los de Polanco.H
Copyright 2014. Texto & Fotos. Hidalgo©
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