Desde México
Publicada el 6 de enero de 2014 en el Diario de Yucatán
Jorge Luis Hidalgo Castellanos
Regresar a un lugar implica muchas cosas. Expectativas, planes, reencuentros, optimismo y esperanza, pero también dudas, improvisación, ingenio, paciencia, enseñanzas y descubrimiento. Descubrir o redescubrir lo que ese lugar tiene y que la cotidianeidad a veces no permite ver. En el caso de un país como México y de una ciudad como su capital las cosas descubiertas pueden ser avasallantemente positivas por un lado y decepcionantes por el otro.
El retorno a nuestros países, estados o ciudades después de no vivir en ellos un largo tiempo puede ser emocionante y mucho va en el talante con el que se hace y la manera en la cual se recibe a quien regresa.
Después de más de una década de no residir o estar físicamente –porque mentalmente siempre se está en él– todos los días en México, cuando se retorna lo primero que se nota es un país grandioso (en todos los sentidos), efervescente y muy vivo. En eso no ha cambiado, como tampoco en algunos de sus servicios con gente estupenda y dispuesta a ofrecer lo mejor, pero lamentablemente también con los mismos defectos logísticos en sus aeropuertos internacionales o sus centrales camioneras, poco amigables al viajero nacional o extranjero, con cosas tan simples como permitir salir con el carrito de las maletas hasta el estacionamiento o la zona de taxis, lo más común en la mayoría de los países en el exterior, incluso en lugares con menor desarrollo.
Respecto a lo antes mencionado hay que subrayar un avance en la capital: el metrobús. Al menos el de la ruta que va del aeropuerto Benito Juárez al centro de la ciudad. Es un servicio de primer nivel. De fácil acceso –quizá es deseable mayor información en español y otros idiomas en las estaciones del aeropuerto–, limpio, seguro, barato y rápido, es una bendición para quienes lo abordan. Cuenta con espacio para colocar el equipaje y no solo sirve para quienes van al corazón capitalino, en dos rutas diferentes que cruzan de oriente a poniente el Centro Histórico de la mayor ciudad hispanoamericana sino que brinda la oportunidad de poder tomar un taxi fuera del área aeroportuaria o que un amigo o familiar le recoja en un lugar más céntrico sin tener que desplazarse hasta el aeropuerto. Lo que en una ciudad de su tipo no es nada baladí y hasta se agradece.
Hay en México, al igual que en cualquier lugar del mundo, mucho de bueno y cosas que pueden mejorarse, sobre todo actitudes. Culturalmente hablando la riqueza es inagotable en todos los estados de la República y en los cuatro puntos cardinales. La variedad de climas, paisajes, ecosistemas y recursos naturales que México tiene es comparable a los de pocos países. La gastronomía es de una vastedad y desarrollo que se podría comer algo diferente cada día del año sin repetirlo, aún y cuando es irresistible no hacerlo con los diversos guisos, bebidas y postres que van más allá del chile, los frijoles, el tequila y el arroz con leche. México es eso y mucho más.
Los mexicanos y los extranjeros que conviven en este país saben lo que tienen, juntos deben preservarlo y ayudar a construirlo. Nada impide dar la bienvenida a quien no es originalmente de un país para que se integre a él cumpliendo con las leyes, que deben aplicarse de igual manera que a los locales. Es la base de la convivencia. Los mexicanos lo hacen así cuando viven fuera y lo pueden hacer cuando retornan, sin que haya abusos.
En Jalisco, Guerrero, Baja California, Yucatán, Puebla o el Distrito Federal, por mencionar algunos, se nota una pujanza y potencial que puede aprovecharse positivamente, no obstante los desastres naturales o humanos que pueda haber. Lo que no se tiene hay que conseguirlo y lo destruido debe ser reconstruido. Ya se ha tenido esa experiencia y se ha podido resolver la problemática solidariamente. El recién llegado a México percibe de inmediato la naturaleza del país, de sus habitantes y su capacidad.
Todo lo anterior, sin embargo, no se puede hacer o disfrutar sin su gente, un recurso más que debe ser bien aprovechado. La gente puede ser alegre, sonriente y amable además de trabajadora, persistente, sincera y responsable. No compitamos con los de afuera ni nos comparemos con otros países, solamente hagamos las cosa bien entre nosotros, cada quien en su respectivo lugar. Que esa posibilidad sea una necesidad y una costumbre no solo para hacer sentir bien a quien regresa sino para evitar que se vaya.H
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