Desde México
Publicado el 3 de febrero de 2014 en la sección
imagen del Diario de Yucatán.
Jorge Luis Hidalgo Castellanos
La fría mañana de los primeros días de
enero contrastaba con la claridad que daban los rayos de un sol que golpeaba
cálidamente los portales del pueblito, frente a la iglesia. El aroma de café se
percibía en el ambiente y algunas voces decían algo, a primera oída,
ininteligible. La pareja decidió entrar a la cafetería, sencilla y semivacía
mientras esperaba a sus amigos. Habían quedado de encontrarlos ahí mismo.
Después de revisar brevemente la carta pidieron un café latte y un cappuccino
acompañado de pan caliente con nata fresca. El también pidió mantequilla.
Mientras esperaban, su conversación se centró,
tras el vistazo del lugar al llegar, en cómo había cambiado el lugar en los
últimos veinte años, cuando habían pasado por ahí. De ser un lugar pequeño y
vecino de la capital del estado –a menos de 15 km– pasó a casi ser una colonia
de la ciudad. Sin embargo, su población no sobrepasa los 5,000 habitantes y
continua siendo eminentemente agropecuaria. Población conocida por criar vacas,
producir leche y derivados lácteos de todo tipo, incluso con una marca propia
reconocida a nivel nacional desde hace décadas, sin embargo su origen, su gente
y tradiciones son poco conocidas en el país.
Ella comenzó diciendo que la nata y el
capuchino le habían recordado Parma donde había pasado algunos días apenas unos
años antes con Francesca, una amiga italiana. Él añadió que la gente del lugar
había llegado originalmente en 1882, del norte de Italia, de una región del Véneto
en las márgenes del río Piave que corre hacia el mar Adriático y que había sido
afectada por las inundaciones.
–Llegaron más de 500 italianos en esa
época y con arduo trabajo convirtieron en vergel esta zona de apenas 600
hectáreas. –Siguió narrando él, para añadir–. Eran terrenos que habían
pertenecido a una hacienda ya abandonada, rodeada de varios pueblos autóctonos,
favorecidos por el clima y el agua. No era muy diferente de su tierra original
y tampoco se enfrentaron al trópico como en Brasil. La idea del gobierno era
traer a muchas familias europeas, pero los problemas internos de la República
evitaron mayor inmigración italiana.
La conversación en la mesa de al lado
les llamó la atención. Era en un idioma que en principio sonaba a italiano,
pero había palabras extrañas. Ella recordó que en la zona de Venecia, en las
costas italianas del Adriático se habla un idioma local conocido como véneto,
que incluso también usa todavía parte de la población de la antigua Dalmacia
–ahora Eslovenia y Croacia–, frente a la península italiana. Y comentó:
–Se dice que esta gente ha conservado
intacto el idioma de sus ancestros, como minoría étnica en este país. Parece
ser que no deriva del italiano sino directamente del latín.
Después de sorber un trago de su café
con leche, el hombre asintió.
–Así es. Y al parecer también se ha
mantenido más original que en la propia Venecia. Me recuerda al idioma que
hablan los menonitas que los distingue y a la vez los aísla. Bueno y otro rasgo
similar es que son tan trabajadores cuanto ese grupo. Todos los días, desde
temprano están laborando en sus granjas y en los campos de alfalfa.
–Sí. Son muy rutinarios y siguen siendo muy
religiosos, ya ves la iglesia que está aquí enfrente, al pie del cerrito.
–Agrego él-. Por otra parte se ve que los alimentos y la gastronomía son muy a
la europea. ¿Leíste la carta? hay varios tipos de pasta, pizzas y hasta
polenta. No en balde todos los restaurantes que pasamos tienen nombres italianos
y deben ofrecer comida deliciosa.
–Ya me imagino. –dijo ella –. Si este
pan y la nata están tan sabrosos no puedo esperar a comer un espagueti o una
lasaña. Y los quesos, vi que hay ahumados, curados, frescos y…
Jorge Lavazzi detuvo su pick up frente a
la iglesia y junto con Fabia Orlansino cruzó la calle. Entraron a la cafetería
y saludaron.
–¡Buon Giorno! ¡Bienvenidos a Chipilo!
–dijo alegremente Jorge con característico acento al ver a sus amigos –. ¿Qué tal el cafecito?
La pareja sonrió asintiendo y se levantó
para saludar a los recién llegados.
–Que puntuales son. Justo acabamos de
terminar este excelente café estilo italiano. –Le respondió él–. O mejor dicho: chipileño.
–Pues vámonos, subiremos al Monte Grappa
primero, el cerro que está aquí enfrente. Sí, se llama igual que el de Italia.
Ahí el bisabuelo defendió con sus paisanos el pueblo. Derrotaron a los
zapatistas que querían tomar la ex hacienda de Chipiloc, sus víveres y sus
mujeres, precisamente en enero, pero de 1917. Fue un acto heroico en Puebla. Hay
varios lugares que visitar en este pueblito y muchas cosas que contar además de
comer. El día es precioso. ¡Qué gusto verlos amigos!
Copyright 2014. Hidalgo© Texto
& Fotos.
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