lunes, 24 de marzo de 2014

Metro

Desde México

Buen metropolitano

Jorge Luis Hidalgo Castellanos

Publicado el lunes 24 de marzo de 2014 en la sección Imagen del diario de Yucatán.


Probablemente requiera de mejoras –como todo en esta vida–, entre ellas su mantenimiento y dotarlo de aire acondicionado, pero el  sistema de tren metropolitano (metro) de la ciudad de México es un buen sistema de transporte urbano.


Lo anterior cobra relevancia en estos días en los que el Sistema de Transporte Colectivo (STC) del Distrito Federal –nombre oficial del metro– ha venido siendo cuestionado por complicaciones en una de sus líneas, mismas que van más allá de lo que este tipo de transporte es y lo que representa en el mundo.

Cuando se compara al metro con otros trenes metropolitanos en el orbe y se parte de la premisa de que sirve a una de las cinco mayores ciudades del planeta, es cuando cobra importancia y se le reconoce su dimensión, cobertura, calidad, diseño, servicio, precio y hasta color. Desde hace décadas, es un orgullo para todos los mexicanos, no solamente para los capitalinos puesto que muchos de los residentes en los otros estados de la República lo usan cuando visitan el Distrito Federal (DF) por motivos de trabajo, de estudios o para hacer turismo.

El metro puede llevarle a casi todas partes de la ciudad y más allá porque sirve a varios puntos de la zona que rodea a la gran ciudad y conecta a sus usuarios con otros sistemas de transporte, incluyendo el tren ligero o suburbano. De hecho, una gran parte de los más de 4.5 millones de sus usarios diarios viven en el Estado de México, entidad que rodea a la capital, quienes trabajan o estudian en diversos lugares de la ciudad. De oriente a poniente y de norte a sur o transversalmente, las doce líneas del metro cruzan México y hacen de la ciudad un gran tablero geográfico por cuyas vías eléctricas corren los trenes, originalmente anaranjados, que lo identifican.


La primera línea se inauguró en septiembre de 1969, después de dos años de haberse iniciado su construcción y en la actualidad suman 12, con 195 estaciones repartidas y que juntas tienen 250 km de doble vía. Sus trenes, de tecnología francesa –iguales al metro de París- e importados originalmente son fabricados en el estado de Hidalgo, cerca de la capital, por ingenieros y obreros mexicanos. Un detalle de estos trenes es que además de ruedas metálicas también cuenta con neumáticos, distinguiéndolo de otros metros de las grandes capitales por su silencioso recorrido, con excepción de las líneas A y 12 que cuentan solo con ruedas metálicas.

Pero un sistema de transporte como este requiere de atención de toda índole, por lo que las autoridades del DF, de quien depende administrativa y jurídicamente el metro, emplean a más de 14 mil mexicanos quienes trabajan en diversas áreas y turnos, durante las 24 horas de todos los días del año para que los usuarios puedan transportarse en casi 450 trenes, de hasta 9 vagones cada uno, desde las cinco de la mañana hasta la medianoche. En promedio el metro recorre 45 millones de km al año, y su estación de menor afluencia recibe más de 100 mil pasajeros. La más concurrida ve pasar en sus andenes más de 44 millones de personas anualmente y en total, el metro mueve más de 1,600 millones de pasajeros. Imagínese que el metro mexicano transporta en un año a toda la población de China y de Estados Unidos.

Por si fuera poco, sus líneas subterráneas, superficiales y elevadas permiten al usuario recorrerlas todas con el precio de un solo boleto, cuyo costo es equivalente a menos de 50 centavos de dólar. Otras ciudades del mundo cobran por distancia y la tarifa más barata es de un dólar. Los metros de Londres, Nueva York, Singapur, Moscú, Viena, Tokio, Sao Paulo, Madrid y Bangkok pueden ser muy buenos, pero el metro del DF puede unirse a ese grupo, sin duda ni timidez alguna.


Una ciudad del tamaño de la de México no funcionaría si no contara con el metro. Los millones de personas que lo utilizan, pese a las incomodidades de la multitud y el calor que genera, respiran un aire menos enrarecido que si no existiera el metro puesto que siendo eléctrico no contamina. Esto es ya en sí mismo una ventaja para todos y por ello debemos cuidar nuestro buen metro.H


Copyright 2014. Texto. Hidalgo©

lunes, 10 de marzo de 2014

Ardillas

Desde México


Publicado el lunes, 10 de marzo de 2014 en la sección Imagen del Diario de Yucatán.

Jorge Luis Hidalgo Castellanos

En general, las grandes ciudades en el mundo tienen más cemento que plantas. Muchos más edificios que jardines y mayor cantidad de centros comerciales que de parques. A veces porque los gobiernos o sus diseñadores urbanos no incluyen áreas verdes y muchas otras porque los habitantes no cuidamos las pocas zonas existentes.

Con los escasos parques viene poca fauna silvestre porque la doméstica suele abundar. Nada mejor que un parque para pasear al perro. Pero los animales que viven en las áreas verdes dentro de las ciudades son pocos, al menos en la ciudad de México. Corrección: en la mayor parte de la capital. La fauna se reduce a pájaros –sobre todo palomas y pichones-, insectos, mariposas y muchos roedores, en particular ratones y ratas. Quiere ver más animales, pues vaya al zoológico.

Lo anterior no es fácil de comprenderse en ciudades pequeñas donde sus habitantes todavía tienen la dicha de que la naturaleza –y la menor cantidad de edificaciones- permita que todavía esté presente una mayor variedad de fauna. Ver volar aves grandes y mariposas, diferentes insectos u observar caminar a pequeños mamíferos en donde uno vive es una bendición, sobre todo para los niños, pero en las megaciudades es solamente una leyenda urbana.

Por ello, cuando se va a uno de los pocos parques (proporcionalmente a su tamaño) que hay en la mayor ciudad de América Latina y se descubre que en sus árboles hay varios tipos de pequeñas aves trinando y además, ¡sorpresa! ardillas trepando en los troncos y ramas de los pinos, fresnos y jacarandas, no siempre se da crédito. Hay niños y jóvenes en esta ciudad que solo han visto una ardilla  en  revistas, libros o en el zoo.

La afirmación puede sonar simplista, pero demuestra una realidad en ciudades de gran tamaño y un ejemplo que no debe ser seguido por las capitales de los estados de la República, que todavía son manejables, tranquilas y cuentan con lugares en los que la naturaleza predomina. Los estándares a seguir en estas localidades deben ser los que las urbes desarrolladas y bien diseñadas tienen. Aquellas ciudades que exigen a los constructores y desarrolladores inmobiliarios no un mínimo de áreas verdes sino una proporción ideal a la construida para que exista armonía arquitectónica y urbana además de bienestar para la población. Estas medidas aportan bienestar también a la fauna “silvestre de la ciudad”.      

En varios continentes tenemos ejemplos de ello, comenzando por el área geográfica en la que México se localiza, además de Europa, Asia, Oceanía y África. Los urbanistas conocen bien las mejores prácticas en la materia y son quienes pueden influir en quienes toman las decisiones.

Hacer de las buenas prácticas y políticas en el urbanismo una costumbre coadyuva a que todos vivamos bien y puede contribuir a contrarrestar fenómenos globales como el calentamiento del planeta y el cambio climático, temas que atañen a la población de todo el mundo, la que habita las grandes ciudades y la que está en pequeños pueblos o villas.

De ahí la importancia de poder ver ardillas en los parques de la ciudad de México, un lugar en el que hasta hace una década no ofrecía esa posibilidad en la mayoría de sus jardines y hace todavía un poco más los pajarillos llegaron a morir por la contaminación ambiental.

Junto a los niños que corren, patinan y gritan sin preocuparse, en una urbe mal comprendida, también las ardillas juegan, recorren verticalmente los troncos y buscan bellotas en los árboles de los parques de la capital, sin que nadie las moleste. Al menos eso se ve en los de Polanco.H

Copyright 2014. Texto & Fotos. Hidalgo©