martes, 4 de febrero de 2014

Chipiloc

Desde México


Publicado el 3 de febrero de 2014 en la sección imagen del Diario de Yucatán.

Jorge Luis Hidalgo Castellanos
                
La fría mañana de los primeros días de enero contrastaba con la claridad que daban los rayos de un sol que golpeaba cálidamente los portales del pueblito, frente a la iglesia. El aroma de café se percibía en el ambiente y algunas voces decían algo, a primera oída, ininteligible. La pareja decidió entrar a la cafetería, sencilla y semivacía mientras esperaba a sus amigos. Habían quedado de encontrarlos ahí mismo. Después de revisar brevemente la carta pidieron un café latte y un cappuccino acompañado de pan caliente con nata fresca. El también pidió mantequilla.

Mientras esperaban, su conversación se centró, tras el vistazo del lugar al llegar, en cómo había cambiado el lugar en los últimos veinte años, cuando habían pasado por ahí. De ser un lugar pequeño y vecino de la capital del estado –a menos de 15 km– pasó a casi ser una colonia de la ciudad. Sin embargo, su población no sobrepasa los 5,000 habitantes y continua siendo eminentemente agropecuaria. Población conocida por criar vacas, producir leche y derivados lácteos de todo tipo, incluso con una marca propia reconocida a nivel nacional desde hace décadas, sin embargo su origen, su gente y tradiciones son poco conocidas en el país.

Ella comenzó diciendo que la nata y el capuchino le habían recordado Parma donde había pasado algunos días apenas unos años antes con Francesca, una amiga italiana. Él añadió que la gente del lugar había llegado originalmente en 1882, del norte de Italia, de una región del Véneto en las márgenes del río Piave que corre hacia el mar Adriático y que había sido afectada por las inundaciones.

–Llegaron más de 500 italianos en esa época y con arduo trabajo convirtieron en vergel esta zona de apenas 600 hectáreas. –Siguió narrando él, para añadir–. Eran terrenos que habían pertenecido a una hacienda ya abandonada, rodeada de varios pueblos autóctonos, favorecidos por el clima y el agua. No era muy diferente de su tierra original y tampoco se enfrentaron al trópico como en Brasil. La idea del gobierno era traer a muchas familias europeas, pero los problemas internos de la República evitaron mayor inmigración italiana.

La conversación en la mesa de al lado les llamó la atención. Era en un idioma que en principio sonaba a italiano, pero había palabras extrañas. Ella recordó que en la zona de Venecia, en las costas italianas del Adriático se habla un idioma local conocido como véneto, que incluso también usa todavía parte de la población de la antigua Dalmacia –ahora Eslovenia y Croacia–, frente a la península italiana. Y comentó:

–Se dice que esta gente ha conservado intacto el idioma de sus ancestros, como minoría étnica en este país. Parece ser que no deriva del italiano sino directamente del latín.

Después de sorber un trago de su café con leche, el hombre asintió.

–Así es. Y al parecer también se ha mantenido más original que en la propia Venecia. Me recuerda al idioma que hablan los menonitas que los distingue y a la vez los aísla. Bueno y otro rasgo similar es que son tan trabajadores cuanto ese grupo. Todos los días, desde temprano están laborando en sus granjas y en los campos de alfalfa.


–Sí. Son muy rutinarios y siguen siendo muy religiosos, ya ves la iglesia que está aquí enfrente, al pie del cerrito. –Agrego él-. Por otra parte se ve que los alimentos y la gastronomía son muy a la europea. ¿Leíste la carta? hay varios tipos de pasta, pizzas y hasta polenta. No en balde todos los restaurantes que pasamos tienen nombres italianos y deben ofrecer comida deliciosa.

–Ya me imagino. –dijo ella –. Si este pan y la nata están tan sabrosos no puedo esperar a comer un espagueti o una lasaña. Y los quesos, vi que hay ahumados, curados, frescos y…

Jorge Lavazzi detuvo su pick up frente a la iglesia y junto con Fabia Orlansino cruzó la calle. Entraron a la cafetería y saludaron.

–¡Buon Giorno! ¡Bienvenidos a Chipilo! –dijo alegremente Jorge con característico acento al ver a sus amigos –. ¿Qué tal el cafecito? 

La pareja sonrió asintiendo y se levantó para saludar a los recién llegados.

–Que puntuales son. Justo acabamos de terminar este excelente café estilo italiano. –Le respondió él–. O mejor dicho: chipileño.

–Pues vámonos, subiremos al Monte Grappa primero, el cerro que está aquí enfrente. Sí, se llama igual que el de Italia. Ahí el bisabuelo defendió con sus paisanos el pueblo. Derrotaron a los zapatistas que querían tomar la ex hacienda de Chipiloc, sus víveres y sus mujeres, precisamente en enero, pero de 1917. Fue un acto heroico en Puebla. Hay varios lugares que visitar en este pueblito y muchas cosas que contar además de comer. El día es precioso. ¡Qué gusto verlos amigos!


Copyright 2014.  Hidalgo© Texto & Fotos.     prisionesrosan los 'es, hoces, radones, hoces, palos o tubos se imaginaban que habia fiesta.Todo arios los obligaban a cavar, gr

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